Después de unas semanas sin publicar, ¡ya estoy aquí!
Tras un tiempo en que me ha resultado imposible publicar entradas, vuelvo por aquí para seguir con mi periplo por el mundo del blog.
He tenido algunas semanas difíciles y, aunque podría haber publicado algo, no quiero publicar por publicar. Cuando creé este sitio lo hice con el propósito de compartir lo que fuera escribiendo, con tranquilidad y sin forzarme a escribir desde la pereza o la desgana. Creo que eso se nota en la calidad de un escrito, así que he preferido volver cuando me he sentido capaz y con las pilas cargadas. ¡Y aquí estoy!
En esta ocasión, quiero compartir un relato en el que llevaba trabajando unos días y que esta semana, por fin, he podido acabar. Pero también traigo una reflexión, algo de lo que me he dado cuenta mientras terminaba este relato:
«Todo empieza en la cama y, a menudo, por la mañana.»
ISFELA
Llevo poco tiempo escribiendo ficción, y no es que haya escrito mucho, pero me estoy dando cuenta de que casi todas las historias que creo tienen su comienzo en una cama y por la mañana o de madrugada. Me parece muy curioso que esto pase, no sé si tendrá algo que ver con cómo vivimos o concebimos el comienzo de cada día: el día empieza por la mañana, despertamos en nuestra cama, llevamos a cabo nuestras actividades durante las horas de luz y terminamos por la noche. No concebimos, en general, comenzar nuestra actividad por la noche, y creo que esto afecta a nuestra creación literaria. Incluso a mí, que soy un enamorado de la noche.
¿Qué opinas? Déjamelo en comentarios.
Con toda la alegría por poder volver a publicar cosas por aquí, procedo a compartir el relato que tengo hoy. ¡Espero feedback!
¡Nos leemos!
Luna llena
Aquella noche no paraba de dar vueltas en la cama, no podía dormir. Sábana para arriba, sábana para abajo, no encontraba la postura en la que lograr conciliar el sueño, y el calor sofocante de Madrid en pleno julio tampoco ayudaba. Miré la hora en el móvil: las 3:00 h. Al fin, sin pensarlo más, me decidí a levantarme e intentar despejar la mente, siempre sería mejor que seguir dando vueltas con ansiedad, en la cama, a sabiendas de que no iba a conciliar así el sueño.
Había empezado a dormir desnudo. ¿Para qué dormir vestido en casa viviendo solo? Aunque por esa regla, ¿para qué desnudarse si se duerme solo? Siempre fui de darle vueltas innecesarias a las cosas, supongo que con el calor era más cómodo ir desnudo que vestido.
Fui a la cocina, atravesé el salón con una gran sensación de inseguridad en el cuerpo, como si pudiera haber alguien escondido esperando el momento idóneo para apretar el gatillo y matarme. Me sentía tan en peligro… Me serví un vaso de leche, nunca había hecho eso. Cuando vivía con mi madre, a veces me levantaba a media noche y la veía tomarse un vaso de leche en el comedor. Decía ella que le ayudaba a dormir. Me percaté de la conducta adquirida que estaba llevando a cabo por inercia, sin darme cuenta. Por un momento me reí de la situación, «me hago viejo», pensé. Al instante recobré la seriedad, recordé que precisamente ese no era momento para reír. Me asomé por la ventana de la cocina con el corazón acelerado, con miedo a confirmar lo que ya sabía, y lo confirmé: la luna estaba llena, la calle vacía, los locales cerrados y, como sospechaba, su coche seguía ahí, aparcado en la acera de enfrente. Era inconfundible, ese descapotable rojo… Sara estaba cerca y con ella mi fin.
Llevaba ahí todo el día, pero ¿a qué esperaba? ¿Por qué no había actuado ya? Debía estar ansiosa por vengarse, por hacerme arrepentirme y pedirle perdón para luego acabar conmigo de la manera más retorcida, era tan entregada e intensa en el amor como fría y cruel en la confrontación. Nuestra relación se basó en la pasión desenfrenada, parecía dedicarse a hacerme sentir siempre el mejor en todos los sentidos, aunque le supusiera pasar por una situación incómoda y embarazosa. Me acompañaba al teatro y se mostraba interesada y metida en las obras, cuando por dentro se aburría enormemente; pasamos las vacaciones en Mykonos encerrados en el hotel, no me apetecía hacer turismo, cuando era consciente de que ella llevaba desde pequeña deseando ver las ruinas griegas. Pero nunca me transmitió su disconformidad, convirtió esos días en una combinación de sexo y baños en la piscina del hotel. Llevaba a cabo sus aficiones en soledad y las quedadas con sus amigos sin mostrar el más mínimo reproche por mi ausencia. Me hacía sentir importante, protagonista y con prioridad a cualquier otra persona, me hacía sentir tan grande.
El coche llevaba ahí desde el mediodía, pero no había dado ninguna señal. No se estaba escondiendo, quería que supiera que estaba ahí, cerca, observándome mientras yo ni siquiera llegaba a verla. Llevaba tres meses sin saber nada de ella, pero sabía que tarde o temprano vendría, Sara no era de dejarlo estar y sufrir en silencio, todo lo contrario. Cuando llevábamos un mes conociéndonos y me presentó a sus amigas, una de ellas le dijo en privado que podía optar a alguien más cercano a su estatus social, que yo no llegaría a encajar del todo en su vida. A la semana siguiente la chica apareció en su bañera con las venas cortadas y una frase escrita con sangre en el espejo del baño: no encajo en esta vida. Cuando Sara me contó el comentario que le había hecho su amiga sobre mí, un año más tarde, se me estremeció el alma, no quise imaginar lo que había pasado. Desde que vi su coche aparcado en la acera de enfrente, no pude dejar de recordar ese y otros terribles arrebatos de furia que transfiguraban a la simpática y agradable Sara Ocaña. O quizá solo la desenmascaraban.
El hecho de saber que Sara estaba tan cerca y sin hacer nada me ponía aun más nervioso, justo lo que ella quería.
11 Responses
Me he quedado con ganas de más!!
Es la idea, me alegro de que te haya gustado
Esta muy bien relatado : todo lo que siente el protagonista, esta tension que se va creando a medidas que avanza el lector en el relato, y la imagen final de «desenmascarar» queda perfecta!
Es uno de mis temas preferidos, cada uno sabe que, en su vida, va a encontrar a muchas mascaras y a pocas personas…
Me quedo también con ganas de leer lo que sigue!
Muchísimas gracias por tu reseña. Un abrazo
Qué intriga. La noche es tan enigmática… Es ideal para crear, imaginar y soñar despierta. Yo también soy bastante murciélaga.
Así q me encanta q me relates historias con nocturnidad y alevosía. Gracias corazón❤
Qué comentario más poético. La noche está infravalorada, pocos sabemos apreciar su encanto. Un abrazo enorme
Qué intriga. La noche es tan enigmática… Es ideal para crear, imaginar y soñar despierta. Yo también soy bastante murciélaga.
Así q me encanta q me relates historias con nocturnidad y alevosía. Gracias corazón❤
Pero, ¿cuándo es de día es posible escribir? ¿Cómo se hace eso? ¿A quién hay que venderle el alma? La noche está para crear, el día para las resacas.
Jajajajaja… parece que entre escritores nos entendemos, aunque haya algún descarriado por ahí suelto (escriben a mediodía, imagínate) 😉
Wauuuu me quedo con curiosidad despierta y el alma en vilo. Gracias por activar el blog y compartir lo que escribes, esto me recuerda mi época de escritora que siempre fue de noche, para crear, de día para corregir y estructurar. Me has despertado el gusanillo y pongo la intención en recuperar la escritura y de noche. En lugar de transitar la inquietud del insomnio, crear y recrear la vida que me inspira y deseo… Aún no sé cómo, lo milagroso es la inspiración que desde que te voy conociendo, respiro y comienza a vivir en mi. No sé qué género, ni que tema, siento el deseo apasionado de escribir por escribir. Gracias de nuevo.
Me alegran un montón tus palabras, Ana. Espero que encuentres en la escritura ese recreo y ese refugio que a mí me aporta. Un abrazo enorme, amiga.